lunes, 10 de junio de 2013

Epílogo


¡Hola carrasquillófilos!

Reíd, llorad, gritad, manifestaos. Esta es la última entrada de Carrasquillation.
Ante esta atroz noticia, las reacciones, variadas e impredecibles, no se han hecho esperar.












Después de mi visita a Irlanda, mi objetivo era aprovechar al máximo mis últimos días en Londres. Y aunque nunca se llega hasta donde deseamos (sobre todo teniendo que luchar contra paquetes y maletas que se niegan a alojar ropa y recuerdos de 9 meses), creo que lo hice bastante bien. Aunque no solo, ¿eh?

Remontémonos al día 28 de mayo. O más bien 29, cuando llegué a casa a eso de las 2 de la mañana después de un viaje demasiado largo. Ese día, aparte de dormir no hice gran cosa, había que descansar para poder seguir con el ritmo desenfrenado que me esperaba.

El 30 fue un día enorme. Empezando por la visita a Somerset House, que contiene varias galerías y museos de entre los que destaca The Courtauld Gallery, un museo de calidad y gratuito para estudiantes. Algunos de los más famosos cuadros de Manet y Van Gogh se encuentran en sus salas, además de otros no tan famosos quizá, pero de artistas como Monet, Goya, Gauguin y Degas.
Después, una de las mejores cosas que he hecho en 9 meses de Erasmus. Ir a The Globe (un teatro reconstrucción del original de Shakespeare) a partirme de risa con una representación de "El sueño de una noche de verano", la conocida obra donde se mezclan amor y desdén, hadas y asnos, música y teatro dentro del teatro. Os aseguro que fue irrepetible y que se puede valorar el gran trabajo que puede hacerse interpretando lo que se lee en un libro. Si estáis por Londres o tenéis la oportunidad, no dejéis de informaros sobre las obras. Por 5 libras de la entrada básica, merece la pena.
Y aunque ya no había ganas, me vi arrastrado con algún compañero de pasillo a un antro nocturno la mar de alternativo. Si sería alternativo que era un sótano con suelo de cemento y poco más. ¡Lo más raro es que no estaba en Shoreditch! Mi lanzada amiga de la noche, recordando una vez en la que estuvo ahí un par de años atrás, encargó chupitos de absenta flameados, a los que accedí gustoso como nueva experiencia antes de saber su precio (primer dolor) y su tamaño. Primera vez en 9 meses en el Reino Unido que vi servir una bebida espirituosa sin medir escrupulosamente el volumen. Y tuvo que ser absenta. 
Para más inri, lo "mezclaban". Diréis "¡bueno, así estaría más suave!". Sí, sí, y aumentaba el volumen de esa tortura para la garganta hasta el medio copazo. Cada trago era un suplicio y caía en el estómago como si tragaras piedras. Por suerte, un camarero se apiadó de nosotros y nos regaló un botellín de agua mineral que apenas nos alivió.
El día siguiente tocó madrugar un poco para esperar al repartidor de la caja. Cajita de 26 kg que tuve que transportar usando la fuerza bruta desde mi habitación hasta la puerta de mi residencia, que es un paseillo. No tenía unos brazos tan fuertes desde mi tierna adolescencia.

Última visita a Camden Markets para despedir lo más famoso de mi "barrio" y probar algo internacional que quedara en el tintero. No sé el nombre, pero era algo turco. ¡¡Y rebueno!!
Por la noche tocó la última noche loca (y la más loca) de mi Erasmus en Londres. 
Dos valencianas reencontradas fuera de sí, pérdida de vigilancia titera, una novedosa mezcla conocida como "agua de Valencia", pistolas de penes y gorros de policía pusieron las bases de una noche de bailes sexuales en el metro, bebidas robadas, invitaciones de ingleses ricos a chupitos y más chupitos y amanecer desde lo más alto de Canary Wharf.


Posar borracho en el andén 9 y 3/4 no tiene precio. Un poco más e intentamos atravesarlo.





Y a la mañana siguiente, que en realidad fueron unas horas después, tenía clase con mi querida alumna. Casualidades de la vida, la pobrecita mía tuvo un resfriado muy oportuno que me permitió quedarme dormido hasta las tantas y luego seguir mi vida con delicadeza y resaca.

El domingo, tal y como estaba previsto (más o menos) el grupo ya conocido como Big Three (está claro que los tríos juegan un papel muy importante en mi vida) puso rumbo al paraíso playero de todo Londoner que se precie: Brighton.
Una pequeña ciudad enriquecida por el turismo promovido desde época del rey Jorge IV. A nada que hayáis visitado alguna ciudad inglesa, Brighton destaca por una arquitectura mucho más rica y variada, más propia de una capital. El Royal Pavilion y el muelle (barra paraíso para ludópatas) destacan por su tamaño y originalidad.
Y comimos fish & chips bañados en aceite refrito y helado espiral de sabor blanco con su barrita de chocolate y me puse en bañador como si hiciera calor. Mucho postureo, mucho.





Después de un gran día de playa (sin baño, eso sí) decidí volver a casa a pie, para ver por última vez algunos de los monumentos más famosos de la capital, que a mí ya se me hacen familiares.

Los días pasaban y el final se acercaba, pero ya no me sentía mal. El ver que ya está todo listo, que tienes un viaje inminente, aunque suponga el fin de algo enorme, te hace sentir impaciente, con ganas de llegar a casa.

El lunes salí otro rato para despejarme, despedirme de algunos amigos y tomar por última vez cervezas a una libra. ¡Ah, el viejo Phineas! ¡Cómo extrañaré la UCL para según qué cosas!

Puedo sentirme orgulloso de haber aprovechado mi último día en Londres de forma extremadamente británica. Después de firmar papeles Erasmus y recobrar el dinero de mis Oysters extra de forma increíblemente fácil para lo que había supuesto, tocó picnic en uno de los parques de Londres, Hampstead Heath, que quizá os suene porque ahí fue donde me di un baño en un estanque helado hace unas semanas.
El tiempo era mejor y pudimos descansar en la hierba y tomar mi último meal deal en una buena compañía.

Eran más de las seis cuando llegamos con alguna gente más a nuestra siguiente gran parada del día: el Palacio de Westminster (o Casas del Parlamento o "mira mamá, el Big Ben"). Tras una cola cortita pudimos entrar y ver de nuevo el interior decorado, los bobbies y los commons y los lores haciendo de las suyas. O sea, poco y a la antigua.
*Por cierto, ayer gracias al nuevo programa de Ana Pastor descubrí que la página web más visitada en el Parlamento Británico es Facebook. ¡Sorpresaaaaaaa!

La última parada del día fue en una tetería (vale, era una Patisserie Valerie de esas...) para acabar el año lo más inglés posible:
Raisin scones with butter and jam plus earl grey tea.

Con la comida que me sobraba di una cena enormérrima para mis Erasmus favoritos (a los que espero volver a ver asap). Arroz con pollo y pimientos, salmón con patatas y revuelto de verduras fueron los platos estrella. Algún monólogo por aquí, algún vídeo por allá y a dormir. No puedo agradecer lo suficiente a L. y R. por sacrificar su comodidad, su sueño y la mitad de su miércoles por quedarse a dormir conmigo para madrugar y ayudarme con mi abultado equipaje. Literalmente, mis maletas pesaban más que yo. Eso sí, a cambio los invité a desayunar como señores en Heathrow, que eso no lo van a volver a catar en la vida.

Un regreso a casa largo e incómodo, pero no muy doloroso. De hecho aún no he presentado los síntomas más evidentes del síndrome post-erasmus.

¿Echaré de menos Londres?

Echaré de menos Londres. Vivir en la gran ciudad donde siempre hay cosas nuevas que hacer, donde no importa a qué torre o noria subas, nunca ves el final de los barrios, las calles y los edificios. La capital del Reino Unido, cuajada de monumentos visitados por turistas de todo el mundo. Echaré de menos poder ir al teatro, a la ópera, a conciertos de toda clase, a cualquier musical que se me antoje con solo dar un paseo.
Extrañaré los parques interminables de césped suave y árboles de copas inalcanzables y troncos inabarcables. Echaré de menos ver a media ciudad disfrutar de ellos al mínimo atisbo de sol, a sus lagos, sus fuentes, esculturas, sus cisnes enormes.

Pero no echaré de menos Londres. Vivir en la gran ciudad donde apenas te puedes relajar, donde no importa a qué torre o noria subas, solo ves calles y grises edificios. La capital del Reino Unido, a reventar de gente y de turistas, por donde apenas se puede andar. No echaré de menos que TODO esté a más de 10 minutos andando y el centro a más de hora y media. Odiaba coger el metro, coger el bus y pagar una cantidad desorbitada por el transporte público.
Echaré de menos el ajetreo y la animación, una ciudad que nunca para, en la que puedes salir y entrar cuando quieras sin sentir el miedo de una calle a oscuras y en silencio. 
No me acostumbro a la idea de no ver a gente de toda clase, condición, cultura, credo y estética junta, a la vez y mezclada, en un alarde de multiculturalidad y respeto. A que no volveré a aprender tan rápido tantas tradiciones de pueblos tan variados o cómo saludar o blasfemar en griego, japonés, árabe o tailandés.

No echaré de menos el ajetreo y la animación, el no parar, el no poder andar tranquilo, sin soltar u oír un "sorry" a cada paso de la gente que tropieza; esos "excuse me" que parecen educados pero suenan fríos y cortantes. No tengo ninguna necesidad de ser experto en la digestión humana según el color y consistencia de cientos de muestras de vómito de camino a casa en la noche.
No echaré de menos la sensación que me asaltaba a veces de que el respeto entre humanos no es más que un sueño cuando se ve la desproporción de puestos como camareros de McDonald o seguratas nocturnos de edificios pijos que están ocupados por negros. O cuando en algún colegio destaca la proporción de una etnia concreta. O cuando nadie se extraña de piercings, peinados o colores de pelo de lo más estrafalario pero se quedan mirando un grupo de sabe Dios qué cultura saliendo vestidos igual.

Echaré de menos conocer gente. Decenas, ¿cientos tal vez? de personas he conocido. Algunas han pasado volando, otras se han ganado un sitio en mi vida. Echaré de menos que fuera tan fácil hablar con cualquiera. Aunque bien es verdad que te das cuenta de que casi todas esas relaciones son efímeras y de plástico y que lo que ya tenías antes de partir, no tiene precio.

Echaré de menos tantas cosas que no podría terminar. Y a la vez, no las extrañaré en absoluto.
Nada, nadie ni ningún lugar es perfecto; la gracia está en centrarse en lo bueno que tiene el sitio en el que te toque estar cada vez.

Eso sí, no hay ninguna experiencia en mi vida comparada a los 9 meses que acaban de terminar. Y creo que no la habrá nunca, lo que me pone un poco triste. Pero ya lo dije en su día, cuando nos terminamos una buena tarrina del mejor helado, lo único que podemos esperar es que el siguiente sea, al menos, igual de bueno.

Prometo que sabréis de mí si os interesa. Muchas gracias por seguirme en todas estas entradas que han recogido algo de lo que he vivido estos meses. Gracias por el apoyo demostrado con vuestras visitas y comentarios. Sin ellos, es evidente que un proyecto tan largo como este habría ido decayendo y siendo abandonado. ¡Gracias por mantener vivo Triqs!

¡Un abrazo!

4 comentarios:

  1. Muy bonita entrada. Mucha suerte con tu próxima nueva experiencia. Lo único que te ha faltado en tu erasmus es visitar a tu amiga más molona en Bruselas!!!!!!!!!!!!!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bien que me duele! Me conformo con saber que tengo extensión de plazo =P

      Eliminar
  2. Ohhhh, melancolia mode on!!! Me siento identificada con muchas de las cosas que dices y empiezo a entrar en pánico pensando en que mi Erasmus también acabará algún día. Pero considero que puedes tener la conciencia tranquila. Si todos los que se fueran a completar sus estudios al extranjero siguieran tu estilo, otro gallo cantaría en cuanto a becas y a la mentalidad de "la generación más preparada de la historia".
    Espero que la post-Erasmus no te mate, sino que te haga más fuerte (o al menos te engorde) y no me cabe duda de que la siguiente tarrina de helado será aún más deliciosa. Adiós, pequeño, adiós!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya estamos con que tengo que engordar, igual que mi abuelo! 70 kg quiere que pese JAJAJAJA

      Pues sí, por ahora no me da tiempo a caer en la depresión posterasmus, pero tú espérate que esté solo y abandonado en el norte y verás...

      Eliminar