lunes, 27 de mayo de 2013

Molly Malone

¡Hola carrasquillófilos!

Ya sabréis muchos donde me encuentro ahora mismo. ¡Una pista!


Yep, yep: Dublin City o, como NO dicen por aquí, Baile Átha Cliath

Como comprenderéis, queridos lectores, no me encuentro en posición óptima para escribir una entrada como es debido. He decidido que ya os contaré con pelos y señales mi estancia aquí en la siguiente entrada, así que hoy os conformáis con saber qué fue de mí en el par de dias iniciales de la semana pasada.

El lunes salí esperando un fin de exámenes no ya épico, pero al menos memorable. En fin, no todo sale como queremos y, después de unas cervezas en el bar de la facultad (¡¡a un eeeeuro, a un eeeeuro!!) nos fuimos al club más sórdido de Londres para un lunes por la noche, el Moonies. 
Ni una persona sobria en millas a la redonda, vamos, eso era un festival de personajes perjudicados, una exposición de hígados agonizantes, el apogeo y el cúlmen del consumo exagerado de alcohol. ¿¿Por qué yo no formaba parte de ese grupo??
La verdad es que los ánimos del grupo se enfriaron, muchos se fueron antes de ir a bailar, el sitio era apretado, caluroso y rodeado de borrachos con escaso sentido del equilibrio. 

El día siguiente me enfrenté al fin al reto de ir preparando el equipaje de vuelta. Y, aunque hay ganas de pasar por casa ya, echaré mucho de menos vivir por Londres... así que fue un poco deprimente eso... 
Para compensar, salí al turismo que queda por hacer, que no es poco.

Subí a la torre de la Catedral de Westminster. Junto con la experiencia de la London Eye llegué a la conclusión de que Londres visto desde arriba es más bien feo. No os gastéis el dinero en esas cosas. Y apuesto a que el Shard es más de lo mismo.

Después visitamos los Reales Palacios de Justicia. Un edificio grande y hermosón que todavía funciona como juzgado y en el que los abogados llevan sus pelucas empolvadas y todo, ¡como está mandado!

La última parada del día fue en la Tate Modern, que al final me convencieron para visitar la retrospectiva de Lichtenstein. Mucho pop art, muchos puntos y mucho postureo.

Durante la cena tuvimos lo que acabó convirtiéndose en una pequeña fiesta con sushi artesanal gracias a R y quiches verdaderamente francesas. Ya he aprendido, os haré cuando vuelva.

El miércoles, víspera de mi partida, aproveché para conocer el Camden profundo, gastarme unas librillas en los mercados como un turista cualquiera, probar los típicos "pie, mash and eels" (empanada, puré de patata y anguila) y caminar hasta Hampstead Head, un parquecito encantador con lagunas donde un puede tomar un baño a 13°. 
La respuesta a la pregunta de si me metí es más que evidente.


En fin, me llaman para comer.

¡Un abrazo!


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